viernes, 25 de julio de 2008

Augusto de Prima Porta

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Esta estatua de Octavio Augusto fue encontrada en 1863 en Prima Porta, una localidad del norte de Roma. El emperador, con unas medidas ligeramente superiores a las del natural, está representado con el brazo derecho alzado como signo de autoridad, en actitud de orador o de general que guía a sus tropas, y con una coraza muy ceñida que le marca una anatomía en la que se muestran ilustradas sus victorias militares.
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En su origen la estatua estaba policromada con sus colores naturales: el paludamento, con rojos vivos y púrpuras, las piezas de metal, en color dorado (la coraza, el cetro y, también, los flecos del faldellín y de las hombreras de cuero) y el cuerpo, con sus carnaciones. La boca y los ojos estaban, igualmente, policromados.
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(datada en el 19 a.C., autoría anónima)-

Augusto va vestido de general, de imperator, en actitud de arengar a las legiones. Su coraza anatómica, su faldellín protector, su túnica y el paludamento de general, que le ciñe las caderas y reposa sobre su antebrazo izquierdo, forman un uniforme de gala. En su coraza, artísticamente trabajada, hay un mensaje político. Se añadió a la pieza, junto a la pierna derecha, un pequeño Eros, así más solemne y semejante al original metálico. Ese Eros emparentaba públicamente a Augusto con Venus, antepasada de Eneas. El cual, a su vez, era ancestro de Rómulo y Remo, hijos de Marte. La tradición romana dio al hijo de Eneas, Ascanio, el nombre de Yulo, con lo cual quedaba convenientemente explicada la íntima relación de la familia Julia con los dioses olímpicos y con el glorioso pasado homérico.
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En el centro de la coraza aparece un guerrero bárbaro entregando una enseña militar a un personaje con casco. El guerrero, es un emisario persa, un parto. Lo que alza en sus brazos es vexillum de una legión romana: va coronado por la Aquila de Roma y muestra unos adminículos circulares que no son otra cosa que condecoraciones colectivas. Los partos infligieron una tremenda derrota, en la ciudad de Carras, a las legiones romanas, una generación antes de que se realizase la estatua: el triunviro Craso perdió allí, en el año 53 a. C., la batalla y la vida. Y, un tiempo más tarde, en Fraata, sucedió otra derrota legionaria, esta vez bajo el mando de Antonio. Augusto logró, con los años, recuperar los estandartes, de tan alto valor simbólico y que estaban en poder del poderoso imperio parto: Fraates IV los restituyó oficialmente.
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El honor de Roma quedaba a salvo gracias a Augusto y puesta de manifiesto la superioridad de los romanos sobre sus grandes enemigos orientales. Por tal causa, el legado parto devolviendo la enseña romana es el centro de la representación. La recibe un símbolo de Roma misma: probablemente, el dios Marte, en atuendo de guerra y acompañado de la Loba Capitolina, nodriza de Rómulo, el fundador de la Ciudad Eterna. Otras interpretaciones afirman ser Tiberio, su futuro sucesor quien las recoge, ya que así se le mostraría como heredero en el cargo.
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A la espalda de Marte/Tiberio, bajo la axila derecha de Augusto, está Hispania, sentada y afligida. Lleva en la mano la gladius hispaniensis, con la cual se identifica a la figura. Augusto había vencido a cántabros y astures y de ahí esta conmemoración.
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En posición simétrica, la Galia. Durante los mismos años, las legiones combatieron bajo sus auspicios en la Galia, llevando a cabo operaciones victoriosas en las que intervino Agripa. Quedó el suroeste, hoy francés, pacificado e integrado en el Imperio: se acometieron luego grandes obras públicas y se reorganizó la gran provincia norpirenaica. También este hecho se conmemora aquí: Galia, en actitud de derrota, muestra atributos típicos de los celtas: una trompeta zoomorfa de guerra, una enseña gálica en forma de jabalí y un objeto sin identificar.
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Debajo están Apolo y Diana. Augusto tenía especial devoción por estas divinidades. Apolo aparece con su lira, el instrumento característico del espíritu cultivado, porque tocarla adecuadamente exige conocimientos superiores sobre aritmética, armonía y otras artes. Monta el dios un monstruo alado, un grifo, mientras que Diana lo hace sobre un ciervo cuya edad exacta podría averiguarse y no exhibe su carcaj de cazadora. Apolo era un dios polivalente, con extraordinario prestigio. Y Augusto deseaba ser visto como persona bajo su directa tutela y adornada con sus cualidades, sobre todo desde su victoria contra Antonio y Cleopatra, en la batalla de Actium: era creencia común que el propio Apolo, con su arco mortífero había sido artífice de la victoria.
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Diana era una diosa nacional romana, opuesta, por ello, a las divinidades extranjeras, que agradaban poco al César. Fuerte, agreste y protectora de la fecundidad femenina, Diana es invocada como madre de una nueva generación de romanos que vivirán en la paz gloriosa que procura la fuerza. Es reina del Aventino, monte vinculado a la plebe, y protectora de los niños. Por otro lado, Apolo y Diana son, igualmente, invocados en tiempo de Augusto como dioses de la luz, ya que son divinidades del sol y de la luna, de los jóvenes y de las muchachas.
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Todos estos sucesos se hallan enmarcados por un marco cosmológico, por el Cielo y la Tierra. En efecto, arriba, sobre los pectorales de la coraza, está Caelus, que despliega su manto para albergar al mundo y a los mortales. Por dicho manto recorre la bóveda celestial el Sol, en su cuádriga, renovando su carrera cada día y trayendo calor y luz al Universo. Por delante del carro solar vuela el Rocío, que lleva en su mano izquierda la jarrita humectante. Junto al carro, la Aurora, que anuncia la llegada del nuevo día, compañera inseparable del Sol; la luminosidad de éste se haya representada por la antorcha de Fósforo, inscrito en el disco del Sol y compañero del Rocío.
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Debajo del todo, en la vertical del ombligo de la coraza, Tellus, también llamada en Roma Terra Mater, recostada y con los emblemas de la fertilidad, entre los que destaca la cornucopia o cuerno de la abundancia, por el que la humanidad recibe los frutos del suelo. La Tierra fue, a menudo, asimilada a Ceres, de cuyo nombre deriva el de los cereales. Si se mira con cuidado se ven, bajo sus brazos, dos niñitos, que pudieran ser Rómulo y Remo, los gemelos amamantados por la loba. Las hombreras de la coraza representan otras tantas esfinges aladas, asunto común en la iconografía clásica y a menudo compañeras de las alegorías militares.
Esta estatua fue hecha para glorificar a Augusto y para marcar su entrada en el Olimpo. Igual como en el original de bronce, la copia de mármol ensalza las gestas de Augusto como fundador y pacificador del Imperio Romano. La función principal de la escultura es servir como propaganda política, tanto de Augusto y de su familia como del Imperio.
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