lunes, 23 de junio de 2008

La Virgen de las rocas

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Este cuadro es el último de Leonardo perteneciente al período del Quattrocento, y ya manifiesta el sutil equilibrio entre la belleza natural y la ideal cuya búsqueda había emprendido el artista, de un modo decidido, en La adoración de los Reyes Magos. La tabla de La Virgen de las rocas coincide con aquella en el delicado naturalismo y en los ricos matices del claroscuro.
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La obra fue encargada por la Hermandad de la Concepción como pieza central para el retablo de lmadera de la capilla de la Inmaculada Concepción en la Iglesia de San Francisco el Grande de Milán. En ella, Leonardo representó a la Virgen, en el centro de la composición, con San Juan Bautista niño, Jesús y el ángel Uriel, a los que dispuso sobre el fondo de una gruta rocosa.
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de Leonardo da Vinci (1452-1519)

Una joven María vestida de azul oscuro, probablemente arrodillada, mira con ternura a San Juan Bautista y posa su mano derecha en la espalda y el hombro del niño arrodillado en actitud de adoración ante Jesús; al mismo tiempo, la otra mano de la Virgen aparece suspendida sobre la cabeza de su hijo sentado en el suelo y sostenido por el ángel Uriel, quien, situado detrás, mira hacia el espectador y señala enigmáticamente al Bautista, su protegido. El extraordinario juego de miradas y gestos relaciona figuras entre sí y articula de un modo coherente la composición, ue se completa con el paisaje de la gruta rocosa y, al fondo, el de la montaña, que, entre la bruma y la luz y una franja de cielo, dan contraste y dramatismo a la escena. Aunque la luminosidad del fondo, los reflejos del agua, la escasa vegetación y las tonalidades crepusculares contribuyen a crear una atmósfera de calidez, la ubicación de los personajes en un entorno natural agreste engendra un clima de misterio. El escenario rocoso sería una evocación de una excursión que Leonardo hizo en su infancia al monte Ceceri, cercano a Florencia.
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En este cuadro se observa que los niños no juegan, sino que se establece entre ellos, a través de sus miradas y de sus gestos corporales, una relación de reconocimiento y respeto, que es veneración en el caso del Bautista niño, y piedad redentora en Jesús, quien lo bendice como encarnación de la humanidad. Equiparable a la bendición de Jesús es el gesto de la Virgen, quien mira tiernamente al Bautista, extiende protectoramente hacia él su brazo cubierto por el manto y le coloca la mano en la espalda y el hombro.
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Existen dos versiones, una en el Museo del Louvre y otra en la National Gallery de Londres. En el Louvre encontramos la misma composición que en Londres, pero la diferencia es que en Londres es menos claroscurista. Quizás trabajara con otros pintores. Una diferencia para compararlas es la clase de paisaje, en Londres mucho más elaborado.
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