viernes, 25 de abril de 2008

El aguador de Sevilla

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De este cuadro de Velázquez, considerado su mejor obra del período sevillano, existen tres derivaciones, de las cuales ésta es la más perfecta. En él, los retratos y los objetos que ocupan el lado izquierdo de la tele reciben toda la luz que gradualmente recorre la pintura hasta alcanzar la penumbra en el lado opuesto. Además del juego de luces y sombras que descubre los objetos y los rostros al tiempo que los unifica, la precisión y la exactitud del dibujo y el color son admirables.
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La pintura muestra a un hombre casi anciano, andrajoso pero de gran dignidad, entregando una copa de agua a un niño bien vestido; entre ambos, en penumbras, otro hombre, adulto, bebe con avidez de una jarra de vidrio. Todo hace suponer que el modelo fue un corso, apodado El Corzo, que en esa época distribuía agua en Sevilla. Esta circunstancia descarta algunas especulaciones respecto a que el cuadro fue pintado al poco tiempo de llegar el artista a Madrid. La escena es casi fotográfica y simple, pero adquiere cierta solemnidad por la seriedad de los rostros y los colores terrosos, predominantes en esta etapa de Velázquez. La iluminación describe una línea oval que sale del cántaro y avanza por el recipiente más pequeño que está sobre una mesa, el cuello y la cara del niño, el rostro del aguador y su blanquísima manga de la camisa, hasta cerrarse sobre el asa del mismo cántaro y la mano izquierda del hombre.
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de Velázquez (1559-1660)
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La maestría del sevillano en los bodegones resalta en la transparencia de la copa, en cuyo fondo descansa un higo que aromatiza y refresca el agua, pero sobre todo en el delicado trabajo realizado sobre el cántaro.
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Hay diferentes opiniones acerca del significado de esta obra. Para algunos estudiosos es una mera representación de una escena sevillana del siglo XVII. Otros investigadores, en cambio, sostienen que se trata de una alegoría en torno a la rueda de la vida, y casi una ceremonia de inicio en la que participan las tres edades del ser humano. El anciano sirve una fina copa de agua (la vida o el conocimiento) a un niño casi adolescente, mientras que el hombre que en penumbras bebe ansisoamente representaría la vitalidad de la edad intermedia.
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