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Velázquez tituló este cuadro, una de sus obras más famosas, El triunfo de Baco, pero popularmente es conocido como Los borrachos.
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La ironía del artista respecto a la pompa que desplegan sus colegas italianos, franceses y flamencos al tratar temas mitológicos tiene en esta tela su máxima expresión. El dios, sobre el que se concentra la mayor iluminación del cuadro, es un joven semidesnudo sentado sobre un tonel, algo adiposo, de labios sensuales y mirada interrogadora, rodeado de ocho personajes de diferntes orígenes: desde campesinos y pícaros hasta dos hombres que revelan cierta nobleza, pasando por un joven semidesnudo recostado, con una copa en la mano, y un soldado que recibe, arrodillado, una corona de pámpanos.
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de Velázquez (1599-1660)
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A la ceremonia de la alegría, la vitalidad y la evasión, Velázquez convoca el mito y la realidad, la representación iconográfica del mundo clásico y la perpetuación en presente del culto al dios del vino. Pasado y presente coinciden en los dos personajes centrales de la tela. Quizá la diferencia más importante sea la dirección de sus miradas. Desde el cuadro, el presente de Velázquez, en este caso sus modelos reales, dialoga directamente con el espectador; sea cual sea su tiempo, que le observa.
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