El tema de Santa Ana, la Virgen y el Niño fue tratgado en varias ocasiones por Leonardo. La primera en el Burlington House Cartoon, la segunda la pintura inacabada que se halla en el Louvre y una presunta tercera difícil de localizar y cuya existencia se deduce de las informaciones dadas por Vasari y Fra Pietro de Novallera, agente en Florencia de Isabella d'Este, aunque cabe la posiblidad de que ambos se refieran a versiones diferentes o confundan las dos mencionadas.
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El monje carmelita escribe a Isabella d'Este, en respuesta a su insistente reclamo para que el maestro Da Vinci le pintara un cuadro, que "el estilo de vida de Leonardo es muy incierto y cambiante; parece vivir sin preocuparse del futuro. Desde que está en Florencia ha pintado solamente un cartón en el que se ve a un Cristo a la edad aproximada de un año que, soltándose de los brazos de la madre, coge un cordero como para abrazarlo. La madre, levantándose del regazo de Santa Ana, coge al niño para apartarlo del cordero, animal sacrificial que significa la Pasión. Santa Ana parece querer impedir a su hija que aparte al Niño del cordero, lo que significa tal vez que la Iglesia no quiso impedir la Pasión de Cristo. Estas figuras son de tamaño natural, pero están en un cartón pequeño, porque se encuentran todas sentadas o inclinadas; cada una, colcada delante de la otra, a la izquierda"
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La descripción parece corresponder a un dibujo que se halla en la Accademia de Venecia y no al Burlington House Cartoon, donde no hay ningún cordero, ni a la pintura del Louvre. En ésta santa Ana no intenta retener a su hija, sino que observa la escena con un aire divertido en el rostro, y las figuras no están situadas a la "izquierda, una delante de la otra", sino a la derecha.
También el apunte de Vasari parece aludir, acaso fundiendo las dos versiones, a una tercera, en la que se ve a santa Ana, la Virgen, el Niño y san Juan niño "jugando con un corderito". De ser así estaríamos ante un grupo de cuatro figuras y el cordero formando una compleja estructura piramidal.
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Las figuras de santa Ana y María, cuyas edades no difieren tanto, son representadas por Leonardo como un solo cuerpo del que se puede visualizar el desarrollo de la secuencia de un movimiento. Esta cadencia rítmica encuentra continuidad en el cuerpo del niño cogiendo el cordero y en los pies visibles de las mujeres, que acentúan la idea de unidad física. Para lograr este efecto, Leonardo tuvo que forzar la composicón de modo que la posición del pie derecho de la Virgen resulta extraña hasta que el observador descubre las verdaderas posiciones de los cuerpos y la íntima relación de los mismos, incluido el del Niño. Esta unidad contribuye a la atmósfera familiar, como un eco de los cuadros de la Virgen con el Niño, en los que la realidad íntima prevalece sobre el estricto tono religioso. El sfumato y el tratamiento de la luz cobran aquí gran importancia en relación con la atmósfera y el tono intimista de la escena.
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de Leonardo da Vinci (1452-1519)
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La unidad compositiva y el extraordinario dinamismo del grupo que domina el espacio quedan connotados a su vez por el paisaje de fondo, caracterizado por los picos montañosos cubiertos de bruma, que sitúan en un plano alto la línea del horizonte, y constituyen un poderoso entorno para el grupo.
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