
de Munch (1863-1944)
"El arte es todo aquello que yo considere como tal"
de Munch (1863-1944)
En el tercer plano se nos cuenta la fábula de Aracné. Según las Metamorfosis de Ovidio, como no, Aracné era una joven de Lidia, muy orgullosa y con un gran talento para tejer: estaba dispuesta a retarse en su arte con la mismísima Minerva, diosa de la sabiduría y patrona de los tejedores. Un día, una anciana le aconsejó que fuera más modesta y Aracné montó en cólera. La vieja resultó ser Minerva disfrazada, hecho que se alude en el primer plano con la mujer de la izquierda, (su pierna al aire no se corresponde a la edad), que tras desenmascararse aceptó el reto. Para el concurso, Aracné tuvo la osadía te dejer tapices en que se veían los engaños y deshonras de los dioses, entre ellos el rapto de Europa. Minerva quedó indignada y destrozó sus tapices y la convirtió en una araña condenandola a tejer de por vida.
Las tres damas, una de las cuales mira con complicidad al espectador, son quizá los personajes cuya identidad suscita mayor controversia. Algunos autores ven en ellas al jurado que debía discernir quién era mejor tejedora, otros creen que Velázquez, en Las Hilanderas, introdujo de manera críptica un tema muy popular en la literatura del siglo XVII: los pecados de los príncipes, un tema muy propio para un cuadro que, precisamente, no estaba ejecutado para Felipe IV. En este sentido, las tres damas representarían el pecado carnal y se corresponderían con Leucosa, Parténope y Ligia, las sirenas que embaucan a los hombres. De hecho, una de ellas sostiene una viola, un instrumento musical que aturde con sus melodías. La fábula de Aracné se serviría, por su parte, para ilustrar el pecado de la soberbia.
Y por último, en el primer plano, aparece el engaño. Las hilanderas no tendrían que estar aquí, en el siglo XVII la hilatura y el tejido no se realizaban en el mismo taller. Velázquez fuerza la situación y yuxtapone el arte (tapices) y la artsanía (el tejido). Las hilanderas son las figuras de mayor tamaño, pero están preparadas para que el ojo del espectador salte sobre ellas y se pose en lo importante, el fondo. En la estancia del fondo, Vel´zquez alude a Tiziano, tanto al utilizar El rapto de Europa como al ejecutar la escena con tanto colorido. El veneciano fue el maestro del color, mientras que su coetáneo rival, Miguel Ángel, lo fue del disegno. Velázquez utiliza a las hilanderas para homenajear a éste último: la pose de la anciana de la rueca y la de la muchacha de espaldas se inspiran en dos desnudos de la Capilla Sixtina.
El sevillano se revela capaz de dominar las dos grandes técnicas de la pintura. Y no sólo eso, al captar el giro de los radios de la rueca alude a una teoría que dejó escrita el romano Plinio el Viejo en su Historia Natural: "la perfección de un artista se demuestra al saber transmitir la ilusión de movimiento en las ruedas de un carro".
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El conjunto del tesoro es fruto de un largo período de acumulación. Al menos hay dos fechas de referencia perfectamente atestiguadas, los años 621 y 672. Una de las coronas desaparecidas correspondía a una ofrenda del monarca Suintila y otra, la más emblemática, corresponde a un regalo de Recesvinto. Aunque el conocimiento de la orfebrería hispana de esta época no nos permite precisiones, es muy probable que algunas piezas pudieran superar este marco cronológico por sus dos extremos.
Como la corona de Suintila, veintidós letras colgantes disponen el siguiente letrero:
RECCESVINTHUS REX OFFERET
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La letra R de esta corona se conserva en el Museo Cluny. Del centro de la corona pende una cruz muy interesante. Formada por cuatro cápsulas metálicas soldadas en el brazo largo, mientras que una a cada lado constituyen los brazos transversales, todas estas cápsulas contienen en el anverso una piedra. Cada extremo de la cruz está enmarcado por una pareja de perlas también encapsuladas. La presencia de una aguja en el reverso demuestra que se trataba de un broche reaprovechado.
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Obra del mismo taller que la corona, y seguramente, dada su calidad, también podía ser un regalo de Recesvinto, son dos brazos de una cruz. Seguramente estos brazos constituían parte del anverso de una cruz con alma de madera y un reverso también enchapado pero más sencillo; es posible que, como en las cruces asturianas, tuviese el letrero de la ofrenda. Como tantas cruces altomedievales, debió tener correspondiente sepulcro con reliquias.
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Como tantas cruces altomedievales, debió tener el correspondiente sepulcro de reliquias. Las grandes iglesias visigodas contaban con una pieza excepcional, un lignum crucis, custodiado en la sacristía destinada al tesoro.
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Se ha interpretado el ocultamiento de este tesoro atribuyéndoselo a las circunstancias ocasionadas por la invasión musulmana. Es muy posible que fuera así; sin embargo, no existe unanimidad para identificar el origen de las obras escondidas. Se ha llegado a decir que representaban el tesoro de la iglesia toledana. Si así fuera, tan sólo se trataría de una mínima muestra. Por los datos que suministran las piezas, sólo tenemos referenciado un santuario: Santa María de Sorbaces.
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Según la importancia de la iglesia, las coronas que se colgaban ante el santuario principal podían variar considerablemente en su número, pues más que un adorno concreto respondían al protagonismo que quería manifestar cada uno de los posibles donantes. Así las coronas se ofrecían a la divinidad en sentido genérico o concreto, además de las que se ofrendaban al patrono del templo. Como es bien sabido, los templos también tenían altares secundarios, razón por la cual un santuario erigido en honor a Santa María también podía tener un altar dedicado a San Esteban.
El impacto de la escritura desata el dinamismo del cuadro: hacia la derecha, el impacto se vuelve físico, ya que la mujer parece caer de la silla, al tiempo que se vuelca el contenido de su vaso. Mientras los otros personajes se muestran de perfil o de lado, ella es vista desde lo alto: la mirada del espectador se desliza por la nuca y el cuello hasta el escote. De este modo, mediante un escorzo magistran, Rembrandt logra un gran efecto de violencia, utilizando el juego de luces y sombras, de ccuerdo a las tradiciones del tenebrismo italiano.
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