Desvaído cielo de tu puerta; sobre tu falda caída el heptagrama vertical de una música ya apagada. Misterio en la clave: ¿Eva Noctis? Opus 39, que nadie interpreta: ¿de quién las misivas que anida tu boca?
Insinuante, la cal desvela el ladrillo de tu piel y se expande en alas vaporosas la celosía horizontal de tus brazos.
Un cabello de uvas y zarcillos, disimula la desnudez de tu sexo invertido bajo las hojas de parra.
Avena el tejado la humedad que tu cuerpo mendiga y, perdido en tus entrañas, ese lirio solo, infinitamente sólo, apenas respira.
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EVA NOCTIS
Desvaído cielo de tu puerta;
sobre tu falda caída el heptagrama vertical
de una música ya apagada.
Misterio en la clave: ¿Eva Noctis?
Opus 39, que nadie interpreta:
¿de quién las misivas que anida tu boca?
Insinuante, la cal desvela el ladrillo de tu piel
y se expande en alas vaporosas
la celosía horizontal de tus brazos.
Un cabello de uvas y zarcillos,
disimula la desnudez de tu sexo invertido
bajo las hojas de parra.
Avena el tejado la humedad
que tu cuerpo mendiga
y, perdido en tus entrañas,
ese lirio
solo,
infinitamente sólo,
apenas respira.
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